Poca cosa deja el
muerto.
Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja.
Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja.
Raúl González Tuñón
Pienso en tu muerte
y se me hace corta la
vida.
Me pierdo en tus manos
quebradizas
y
en los ojos núbilos que te dejaron ciego.
Paso lista a tus llagas,
A las canas de tu breve
cabellera,
y me lo guardo todo en la
memoria,
mientras un dolor me
atranca el alma.
Yo quisiera retener esa
materia inconsistente,
pero
sé que el recuerdo es una porción de tiempo
que termina por perder
la cuenta de los nombres:
Ya no seré yo cuando sea
en la memoria
ni serás mi padre tal
como lo he amado.
Habrá que conformarse
entonces
con las migajas del
olvido.
No te asustes: has
levantado pesos más pesados:
¿no pesa más una bolsa
de cemento
que la breve asiduidad de
los recuerdos?
Ni la muerte te quitaría
la maravilla
De haber sido un hombre
laborioso y simple.
¡Qué poco costará
despedirse de la vida
al que no espera
quedarse en el terruño de la gloria!
Sobran excusas para
aliarme
al preludio de una larga
despedida.
Y sentir que el alma es
un residuo de tristeza...
Pero no quiero abusar del
llanto:
Tus cosas caben en una
caja pequeña,
Y ya tendré que
acomodarlas,
gambeteando los olores
familiares
(¡Qué cosa ineludible
es el olor!),
y la torpe correntada de
despecho
o el desconsuelo trágico
que gusta a los poetas...
Ahora mejor te voy a
acompañar
en tu paseo breve de la
tarde
Y
voy a verte abandonado al rito del silencio,
al
paso incierto y tembloroso…
Y caminaremos lentamente
en dirección a la
ternura,
ese lugar sin despedida.
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