martes, 23 de agosto de 2011

Una de Belona: Despedida para un padre sencillo



Poca cosa deja el muerto.
Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja.

Raúl González Tuñón


Pienso en tu muerte
y se me hace corta la vida.
Me pierdo en tus manos quebradizas
y en los ojos núbilos que te dejaron ciego.
Paso lista a tus llagas,
A las canas de tu breve cabellera,
y me lo guardo todo en la memoria,
mientras un dolor me atranca el alma.

Yo quisiera retener esa materia inconsistente,
pero sé que el recuerdo es una porción de tiempo
que termina por perder la cuenta de los nombres:
Ya no seré yo cuando sea en la memoria
ni serás mi padre tal como lo he amado.
Habrá que conformarse entonces
con las migajas del olvido.

No te asustes: has levantado pesos más pesados:
      ¿no pesa más una bolsa de cemento
que la breve asiduidad de los recuerdos?
Ni la muerte te quitaría la maravilla
De haber sido un hombre laborioso y simple.
¡Qué poco costará despedirse de la vida
al que no espera quedarse en el terruño de la gloria!

Sobran excusas para aliarme
al preludio de una larga despedida.
Y sentir que el alma es un residuo de tristeza...
Pero no quiero abusar del llanto:
Tus cosas caben en una caja pequeña,
Y ya tendré que acomodarlas,
gambeteando los olores familiares
(¡Qué cosa ineludible es el olor!),
y la torpe correntada de despecho
o el desconsuelo trágico que gusta a los poetas...

Ahora mejor te voy a acompañar
en tu paseo breve de la tarde
Y voy a verte abandonado al rito del silencio,
      al paso incierto y tembloroso…

Y caminaremos lentamente
en dirección a la ternura,
ese lugar sin despedida.












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